En noviembre del año pasado, tropas del Ejército ruso comenzaron a desplegarse en su frontera con Ucrania. El presidente de Rusia, Vladimir Putin, ha sostenido públicamente que “no se trata de una invasión a Ucrania y que Rusia mantendrá una política exterior pacífica; sin embargo, Rusia también tiene derecho a salvaguardar su seguridad y, a su vez, demanda la NO inclusión de Ucrania a la OTAN”. Por su parte, el presidente de EUA, Joe Biden, ha respondido a las declaraciones del Kremlin que “cualquier ataque de Moscú a Kiev será respondido con severidad por parte de Estados Unidos y de nuestros aliados”.
Como siempre, en este tipo de conflictos bélicos internacionales existen intereses económicos y geopolíticos debido a territorios estratégicos para obtener ventajas militares, políticas, financieras y/o comerciales. Hoy está en juego la red de gasoductos en el actual territorio ucraniano (antes era parte de la URSS); asimismo, existe otro gasoducto ruso en suelo alemán que aún no está en operaciones. Putin reclama que Rusia no puede quedar expuesta, ya que las últimas dos invasiones a Rusia en décadas recientes han sido justamente por su frontera con Ucrania. Desde luego, es obvia la ventaja para EUA y la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) de tener a Ucrania en su bloque, ya que podrían ubicar misiles nucleares a solo minutos de ciudades y objetivos militares clave, dejando vulnerables a los rusos.
Por su parte, la OTAN, fundada el 4 de abril de 1949 como una respuesta posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuenta con 30 países miembros, los cuales acordaron “defender a cualquiera de sus miembros si llegan a ser atacados por una potencia extranjera a la alianza”. Por tal motivo, Putin exige la NO inclusión de países como Ucrania y Georgia a la OTAN. Sin embargo, la OTAN ha manifestado su negativa argumentando que el tratado firmado en Washington DC implica un acuerdo de puertas abiertas y que todo aquel Estado que cumpla con los requisitos de la OTAN tiene derecho a firmar y suscribir el tratado. Incluso países como Finlandia y Suecia, que no son parte de la OTAN, se han manifestado a favor de la independencia de la OTAN y en contra de que Rusia o cualquier otra nación se le otorgue un derecho para vetar la inclusión de cualquier país democrático a las filas de la OTAN (o NATO, por su siglas en inglés).
Estados Unidos acusa de que en realidad Rusia quiere que la OTAN regrese a las fronteras que tenía en 1991; y Rusia exige el fin de la actividad militar de la OTAN en Europa del Este. Esto significa que las unidades de combate se retirarían de Polonia y de las Repúblicas Bálticas de Estonia, Letonia y Lituania. Rusia también ha propuesto un tratado con Estados Unidos que prohíbe el despliegue de armas nucleares más allá de sus territorios nacionales y acusa de que Estados Unidos está financiando con dinero y armamento a Ucrania.
Este conflicto es discutido y votado ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, conformado por cinco miembros permanentes: China, Rusia, Francia, Reino Unido y EUA; y otros 10 miembros no permanentes donde actualmente está México por dos años. Y aquí la implicación es directa, ¿Cómo votará México? ¿Se sumará a defender el bloque socialista de Rusia y China en contra de nuestro principal socio comercial y vecino, donde viven 3 de cada 10 mexicanos? Por lo pronto, ya hubo una primera votación de procedimiento ante el consejo, donde la cancillería votó junto con EUA en contra de Rusia. Preocupante el desenlace de este conflicto internacional entre estas potencias mundiales e interesante el papel que le toca votar a México ante el Consejo de Seguridad de la ONU. A México le toca defender su posición y hasta hoy está votando correctamente.
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